Los girasoles fueron granando a lo largo del verano y las pipas fueron recogidas cuando los girasoles estaban casi secos, y fueron desgranadas de las giganteas. Las pusimos a secar, y luego las hemos tenido en tarros hasta este momento.
El tueste tiene mucho de arte, pero también bastante de práctica y resulta fácil de realizar cuando se le coge el punto.
Lo primero de todo es el agua. Una vez seleccionada la cantidad de pipas que vamos a tostar, las humedecemos un poco para que se les pegue la harina y la sal.
La sal y la harina dependen de cómo las queramos de saladas y de la cantidad de pipas que vayamos a tostar. Espolvoreamos por encima y movemos las pipas hasta que la cojan.
Normalmente la clave del tueste está en el horno, siendo muy importante que este esté caliente, pero no arrebatado (no muy fuerte). Nosotros solemos aprovechar y las tostamos después de terminar con otra cosa que se haya horneado previamente, pero ya con el horno apagado.
Colocadas las pipas, hay que moverlas cada cierto tiempo para evitar que aquellas que están en contacto con la bandeja se puedan quemar en exceso. Su tueste depende de cómo nos gusten y cada cierto tiempo hay que vigilarlas e irlas probando. En el proceso es muy importante no olvidarnos de usar el olfato, que nos indicará el punto a veces con inmejorable precisión.
Tras el mismo tan importante como el tostado es la conservación, debiéndose de procurar meterlas en un envase hermético, mejor en cristal para impedir que se carguen de humedad. Es preferible ir tostando partidas pequeñas, según se vayan consumiendo pues están mucho más sabrosas.
Como todo arte se aprende con la práctica y un poco de paciencia y se mejora con el tiempo.
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